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Seres sintientes

La calificación de todos los animales como seres sintientes en el Tratado de Lisboa, aprobado el 13 diciembre en 2007, constituyó una innovación con importantísimas consecuencias, tanto jurídicas como prácticas, en los ordenamientos jurídicos de los países miembros de la UE. Su artículo 13 califica a los animales como “sentient beings”, o seres sintientes. Es decir, seres vivos, no sólo “sensibles”, sino sintientes o con capacidad de sentir.

El término sintiencia es usado para significar que el individuo tiene la capacidad de sentir, sufrir y tener emociones que incluyen dolor, angustia, sufrimiento, placer, saber qué pasa alrededor, tener capacidades cognitivas y consciencia.

El 7 de julio de 2012, un grupo internacional de neurocientíficos se reunió en la Universidad de Cambridge para firmar la conocida como Declaración de Cambridge sobre la Conciencia, puntualizando que “los animales no humanos poseen substratos neuroanatómicos, neuroquímicos y neurofisiológicos de los estados de conciencia, junto con la capacidad de exhibir comportamientos intencionales”, concluyendo que “el peso de la evidencia indica que los humanos no somos los únicos en poseer la base neurológica que da lugar a la consciencia. Los animales no humanos, incluyendo a todos los mamíferos y aves, y otras muchas criaturas, entre las que se encuentran los pulpos, también poseen estos sustratos neurológicos”.

En abril de 2017, se publicó el informe “Consciencia Animal” que recoge los resultados de un trabajo de evaluación multidisciplinar llevado a cabo por el INRA (Instituto Nacional de la Investigación Agronómica de Francia) a petición de la Unidad de “Salud y bienestar de los animales” de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). El informe concluye que “Los animales manifiestan comportamientos que demuestran su capacidad de experimentar emociones, su habilidad de buscar información cuando se presenta la necesidad y también de procesar el pasado y el futuro. El estudio del comportamiento social de los animales y de las relaciones humano-animal indican la existencia de diferentes formas de consciencia con niveles de complejidad variables”.

De esta manera, queda evidenciada la presencia de consciencia en los animales y admitida su capacidad de sentir felicidad, miedo, dolor, así como emociones positivas y negativas.

MAMÍFEROS

Los datos neurobiológicos recopilados de animales jugando proporcionan evidencias de que el juego es placentero para ellos, y se ha demostrado que los conejos, perros, alces, búfalos, elefantes y primates disfrutan del juego.

Las ovejas pueden anticipar recompensas, reaccionar con decepción cuando no la reciben y experimentar una variedad de emociones que incluyen miedo, enojo, aburrimiento, repulsión y felicidad.

Las cabras también muestran una amplia variedad de emociones. Pueden mostrar optimismo tras ser rescatadas de una situación de descuido y destacarse en el aprendizaje y la memorización de tareas nuevas. Se comunican con los humanos mediante el contacto visual, una estrategia que comparten con perros y caballos.

Los cerdos entienden el tiempo, tienen aprendizaje y memoria espacial, pueden comprender la perspectiva del otro. Son incluso más inteligentes que perros y gatos, y son capaces de resolver problemas con mayor rapidez que muchos primates. Sus habilidades cognitivas son comparadas con las de niños de tres años.

Las vacas se afligen cuando las separan de sus terneros, muestran frustración, y demuestran satisfacción cuando consiguen hacer una tarea.

AVES

Algunas aves poseen una destreza excelente para realizar tareas que requieren un nivel superior del pensamiento como, por ejemplo, planear el futuro, manejar utensilios, contar y reconocerse en un espejo.

En 2002 un equipo de la Universidad de Oxford constató que un cuervo de Nueva Caledonia era capaz de curvar un alambre para emplearlo como anzuelo de pesca. Diversas aves han hecho gala de habilidades muy avanzadas, como la capacidad de contar del loro gris africano o la capacidad de las urracas para reconocer su propio reflejo.

PECES

Los peces son el grupo de animales que históricamente han sido olvidados en los debates sobre la sintiencia y el sufrimiento.

Los peces pueden aprender una gran variedad de cosas, como realizar ciertas tareas, memorizar trayectos y dónde encontrar la comida. Pueden recordar información sobre otros peces del grupo como, por ejemplo, qué peces se desempeñan mejor en las peleas, qué peces son de confianza y cuáles son malos cooperadores. También pueden recordar experiencias negativas y aprender a evitar los objetos perjudiciales que les causaron dolor y miedo en el pasado. La evidencia científica les da el reconocimiento de una memoria que puede perdurar incluso durante varios años.

REPTILES

Los reptiles presentan mecanismos fisiológicos y neuoroanatómicos para cuantificar no sólo el estrés, sino sentir las emociones de igual manera que ocurre en los vertebrados superiores.

ANFIBIOS

En la literatura científica se asume que los anfibios son capaces de experimentar estados afectivos como el dolor o el miedo.

CEFALÓPODOS

Los pulpos exteriorizan el dolor y la angustia, demuestran habilidades cognitivas complejas y son capaces de conectar experiencias perceptivas con la memoria y de retener recuerdos a largo plazo. Muestran una variedad de emociones a través de cambios en la coloración y en los patrones de su piel, y demuestran un comporta- miento de juego. Pueden aprender a abrir frascos para sacar cangrejos y a desarrollar y usar herramientas. Se han documentado experiencias de pulpos que diseñan escapes de acuarios, que rocían a los experimentadores con agua y que se comunican con los buzos a través del tacto y los gestos. También reconocen y distinguen entre individuos humanos y modifican su comportamiento en función de si les “gusta” la persona en particular.

Las sepias parecen tener sueño REM similar al de los humanos y han demostrado tener la capacidad de contar.

DECÁPODOS

Existe evidencia de que los decápodos, como cangrejos y langostas, sienten y son conscientes del dolor. Los cangrejos han exhibido capacidad de respuesta a los analgésicos opioides y altas habilidades cognitivas. En un experimento, los cangrejos ermitaños con una concha de alta calidad resistieron niveles más altos de dolor (descargas eléctricas) para conservar la concha, pero abandonaron las conchas de baja calidad. Esta compensación motivacional indica una conciencia de conocimiento del dolor y la capacidad de medir las consecuencias de experimentar un dolor continuo frente a perder su codiciado recurso protector.

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