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Los insectos son animales invertebrados del filo de los artrópodos. Son el taxón más diverso de la Tierra con cerca de 1.000.000 de especies conocidas, aunque se piensa que este número representa una pequeña fracción de la cifra total de especies vivas, ya que se estima que el 70-80% de toda la diversidad biológica conocida son invertebrados y, de estos, cerca del 60-70% son insectos.
Dentro de los grupos principales de insectos, encontramos entre los más abundantes los escarabajos (Coleoptera) y las mariposas y polillas (Lepidoptera), con un número aproximado de especies vivas descritas de 370.000 y 165.000, respectivamente.
A pesar de estas cifras tan abrumadoras, existe evidencia de una crisis de biodiversidad global provocada, entre otros factores, por el cambio climático. La desaparición de los insectos podría tener graves consecuencias, ya que desempeñan un papel fundamental en el funcionamiento general y estabilidad de los ecosistemas mundiales. Proporcionan servicios ecosistémicos globales como la polinización, estimándose que el 80% de las plantas con flores y tres cuartas partes de todas las especies de cultivos dependen de la polinización de los insectos; son recicladores de nutrientes, participando en la macrodescomposición de madera, hojas, estiércol y carroña; son esenciales en las redes alimentarias de los ecosistemas terrestres y de agua dulce tropicales y templados; representan un sustento directo o indirecto para la mayoría de los vertebrados del planeta y tienen un papel importante en el control de plagas, invertebrados, hongos y malezas. Por ello, la disminución de la abundancia y diversidad de insectos podría tener consecuencias ecológicas graves para la salud y el funcionamiento del planeta.
Las respuestas de los insectos al cambio climático son complejas, no se trata únicamente de una respuesta lineal al aumento promedio de las temperaturas.
También supone un desafío para ellos otros aspectos del cambio climático antropogénico como la reducción de la capa de nieve invernal, patrones climáticos más variables, aumento de la frecuencia de eventos climáticos extremos, las sequías de frecuencia, duración e intensidad cada vez mayores y los cambios en las precipitaciones.
Muchas especies de insectos de las zonas templadas están ampliando su distribución a latitudes y altitudes más altas, pero esta opción está cada vez más restringida por la expansión e intensificación de las tierras urbanas y agrícolas.
El cambio climático está afectando a las especies de diferentes maneras y en diferentes grados, manifestando cambios en su fenología (repercusiones del clima sobre los fenómenos biológicos de ritmo periódico), duración del ciclo de vida, el voltinismo (número de generaciones por año), densidad de población, el tamaño y la diapausa (estado de parada metabólica desencadenada por señales ambientales que ocurren antes del inicio de periodos desfavorables y desencadenan procesos fisiológicos que preparan a los organismos para soportar bajas temperaturas y periodos prolongados de falta de alimentos).
Aunque diferentes aspectos del cambio climático de origen antropogénico, como las precipitaciones, sequías o cambios en los vientos, suponen un desafío para los insectos, la temperatura es considerada el factor abiótico dominante debido a que los insectos son muy sensibles a los cambios de temperatura.